jueves, 21 de febrero de 2013

Bosch y Pedro Mir hablan sobre Duarte.


Juan Pablo Duarte y la lucha de clases Por Juan Bosch


  El 26 de enero de 1844, al cumplir 31 años, Juan Pablo Duarte estaba en Curazao, adonde había llegado en diciembre de 1843 procedente de Venezuela. Allí iba a recibir, unas cinco semanas después de su cumpleaños, la noticia de que el 27 de febrero había quedado establecida la República Dominicana y la invitación de sus compañeros de La Trinitaria para que fuera a dirigir los destinos del país. Lo que no supo entonces Duarte era que en ese momento algunos representantes del sector de los hateros – o dueños de ganado – estaban trabajando para colocar en el liderato del nuevo país a Pedro Santana, designado general de la República por aclamación promovida a insinuaciones de Bobadilla por Juan Esteban Aybar y Merced Marcano, según refiere José Gabriel García en su “Compendio de la Historia de Santo Domingo” (4ta. Edición, Publicaciones Ahora, Santo Domingo, Tomo II, Págs. 227-8).

  Así pues, antes de que Duarte saliera de Curazao hacia Santo Domingo había comenzado a la luz pública la lucha por el poder en nuestro país. ¿Por qué a la luz pública?. Porque esa lucha estaba en progreso desde el año anterior, pero se mantenía oculta. Uno de los episodios de los que podríamos llamar la lucha oculta había sido la expulsión de Duarte. El líder de la Trinitaria fue sacado del país por las autoridades haitianas debido a que éstas habían recibido denuncias de sus trabajos políticos, y de acuerdo con la tradición las denuncias fueron hechas por uno de los conspiradores anti-haitianos que pertenecía al grupo de los hateros.

  Jean Pierre Boyer había renunciado a la presidencia de Haití el 13 de marzo de 1843, forzado por la llamada revolución de La Reforma. Entonces lo que hoy es la República Dominicana era parte de Haití. La revolución de La Reforma fue un movimiento organizado y dirigido por la pequeña burguesía haitiana, que en esa oportunidad tuvo de aliada a la pequeña burguesía dominicana. Ahora bien, los reformistas de Haití negociaron el respaldo de los trinitarios dominicanos, pero no sabían que éstos se proponían separar la antigua parte española de la isla; y tan pronto como el gobierno reformista de Charles Herard lo supo, empezó la persecución de los trinitarios. Por su parte, los hateros dominicanos habían tomado posición frente al nuevo gobierno haitiano, movimiento que se produjo impulsado por la naturaleza social de ese nuevo gobierno de Haití, que era opuesta a la naturaleza social de los hateros.

  Fue así como vino a suceder que a mediados de 1843 los hateros y los pequeños burgueses trinitarios se hallaron en un mismo campo político: ambos tenían como enemigo al gobierno haitiano y en consecuencias ambos necesitaban unirse.

  Duarte había entrado en contacto con los anti-haitianos del sector hatero desde mediados de 1843, con lo cual había establecido la alianza de la pequeña burguesía trinitaria con los grandes propietarios, entre los que se hallaban tanto Juan Esteban Aybar y Merced Marcano como el que después sería el general Pedro Santana. Esa alianza era absolutamente necesaria para llevar a cabo las tareas de la Separación. Pero por el hecho de su existencia, esa alianza determinaba una lucha entre los aliados; una lucha entre lo que eran los intereses y las ideas de los hateros; una lucha por el poder político que sería establecido para gobernar la República; una lucha determinada por la respuesta a esta pregunta: ¿A quiénes va a favorecer el gobierno del país, cuando éste sea libre? ¿A los grandes propietarios o a los llamados filorios, esos empleaditos como Pedro Alejandro Pina o a esos insolventes como Juan Isidro Pérez y Jacinto de la Concha?.

  La lucha comenzó de manera oculta y se manifestó públicamente tan pronto se produjo la acción del 27 de Febrero. A partir del primer momento, Duarte fue la víctima de los golpes que daba el sector hatero porque el joven líder de La Trinitaria era la representación de la pequeña burguesía nacional, y era por tanto la encarnación de los intereses y las aspiraciones de esa capa, opuestos a los del grupo de los hateros. La patética historia del Padre de la Patria, que a partir de su primer exilio va a tener, hasta su muerte, una existencia fantasmal, se halla impulsada por ese hecho; porque él era el jefe nato, y el representante y la encarnación de una capa social que en ese momento de nuestra historia era la más avanzada en el orden político. Golpeando a Juan Pablo Duarte, los hateros golpeaban a toda la pequeña burguesía progresista del país.

  Hasta el momento en que se aliaron trinitarios y hateros, las luchas por el poder se extendían a toda la isla, porque la alianza se llevó a cabo para luchar contra los haitianos. A partir de ese momento, trinitarios y hateros comenzarían a luchar por el poder dentro de los límites de lo que iba a ser la República Dominicana. Dentro de la lucha en el frente más amplio – la de la separación de Haití – empezó a librarse otra particular, la de los dos sectores de la sociedad dominicana. Trinitarios y hateros se unieron para separar el país de Haití, y a la vez comenzaron a luchar por el control político que se formaría cuando se produjera la separación. Ahí tenemos un ejemplo dominicano de lo que en estos tiempos ha sido definido con los términos de “Alianza y lucha a la vez”.

  El primer resultado de esa lucha fue la expulsión de Duarte, que tuvo lugar mientras se llevaba adelante la conspiración anti-haitiana. Con Duarte en el exilio, el grupo hatero avanzó hasta tomar la dirección del movimiento, y eso es lo que explica que el autor de la Manifestación de la Independencia, el documento llamado a justificar ante el país y ante el mundo la creación de la República Dominicana, fuera Tomás Bobadilla, la cabeza pensante del sector de los hateros. Así pues, antes de nacer la República ya los hateros dirigían el movimiento separatista, e inmediatamente después – el día 28 de febrero -, el mismo Tomás Bobadilla pasaba a presidir la primera junta gubernativa.

  A los ciento cincuenta y ocho años del nacimiento de Juan Pablo Duarte podemos ver con claridad que lo que determinó el curso de su vida fue la lucha de clases en que se vio envuelto debido a que se había convertido en el representante, el jefe y la encarnación de su capa social, la pequeña burguesía nacional, que había llegado a ser, para el año 1843, el grupo políticamente más avanzado del pueblo dominicano.



26 de enero de 1971.



NOTAS ACERCA DE JUAN PABLO DUARTE


  Publicadas en VANGUARDIA del Pueblo número 49, del 15 de julio de 1976, a propósito de los cien años de la muerte de Juan Pablo Duarte, ocurrida en Caracas, la capital de Venezuela, cuando el patricio contaba 63 años de edad. Estas notas resumen los conceptos sobre Duarte emitidos por Bosch el 26 de enero de ese año, al cumplirse el 163 aniversario del nacimiento del Padre de la Patria.(N.E.)

  De Juan Pablo Duarte se han dicho muchas cosas, pero al pueblo dominicano no se le ha explicado lo que él hizo ni se le ha dicho qué fue lo más importante de lo que hizo y en qué consiste su importancia.

  Lo primero que hizo Duarte fue creer, como lo creyó, que en un país que para el año de la fundación de La Trinitaria (1838) no debía tener más de cien mil habitantes, si es que llegaba a tenerlos, pudiera establecerse una república independiente capaz de sostenerse durante mucho tiempo. Para esos días el territorio dominicano debía ser lo menos de unos cincuenta mil kilómetros cuadrados, y si calculamos que cada familia podía estar compuesta de cinco personas, tendríamos que nuestro pueblo no pasaba de veinte mil familias, lo que equivale a decir que en cada cinco kilómetros cuadrado debían vivir dos familias. Pero eso no era cierto, porque del total de familias dos mil por lo menos debían vivir en las ciudades más importantes, que eran Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata, y esas tres ciudades difícilmente podían ocupar más de diez kilómetros cuadrados. Los demás centros donde vivían varias familias eran pueblos pequeños. Por ejemplo, algunos años después de la independencia en Constanza había sólo una familia que había ido desde Jarabacoa, y probablemente para el 1838 en Jarabacoa no vivirían más de diez o doce familias. Por otra parte, como no había carreteras que comunicaran las diversas regiones del país, las veinte mil familias que tal vez formaban nuestra población vivían aisladas unas de otras, excepto en las ciudades y en los pueblos, pero además vivíamos aislados del mundo. Y sin embargo Juan Pablo Duarte tuvo el coraje de creer que en un territorio pequeño, deshabitado e incomunicado interior y exteriormente podía establecerse una república. Para creer eso era necesario tener una fe inconmovible en la capacidad de lucha del pueblo dominicano, y Duarte la tuvo.



Calidad y Cantidad.


  Una cosa es tener creencia y poner en ella toda la fe de que es capaz el alma humana y otra cosa es dedicarse a convertir esa creencia en realidad, y Duarte fue capaz de hacer esto último. Ahora bien, para hacerlo tuvo que escoger un método de organización de los dominicanos que pudiera dar resultados, y lo que debe sorprendernos es que el método escogido fuera el de fundar una asociación secreta formada por doce hombres, todos jóvenes, que el propio Duarte escogió tomando en cuenta sus condiciones intelectuales, morales y hasta físicas; es decir, tomando en cuenta su calidad. Para Duarte, la lucha que debía llevarse a cabo tenía que ser organizada partiendo de la calidad política y humana de los que iban a dirigirla.

 ¿Escogió Duarte ese método de manera consciente o por instinto?

  Lo escogió por instinto, pues en el tiempo en que fundó la Trinitaria él no podía tener la menor idea de que hay un proceso dialéctico que convierte la calidad en cantidad, y ésa era la función que les tocaba a los trinitarios, doce jóvenes elegidos porque tenían cualidades (es decir, calidad) que les permitirían arrastrar a muchos hombres (es decir, cantidad) a las filas de los partidarios del establecimiento de la República Dominicana.

  La Trinitaria quedó fundada con nueve miembros el 16 de julio de 1838, y exactamente treintiocho años después, el 16 de julio de 1876, sería sepultado en Caracas el cuerpo de Juan Pablo Duarte. Empezando por él mismo, los trinitarios que se reunieron en esa fecha fueron Jacinto de la Concha, José María Serra (que fue el único que dejó escritos datos sobre La Trinitaria), Pedro Alejandrino Pina, Juan Isidro Pérez, Félix María Ruíz, Felipe Alfau y Benito González. Poco después, no se sabe si algunos días o alguna semanas más tarde pero seguramente no demasiado tiempo después, quedaron incorporados a La Trinitaria Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella y Vicente Celestino Duarte, el hermano del fundador; y a esos tres se les dio el rango de coroneles de los ejércitos de la República (que iban a ser creados seis años después, y no por los trinitarios sino por Santana), mientras a Duarte se le dio el de general en jefe. La Trinitaria, por otra parte, quedó organizada por cuatro grupos de tres miembros cada uno. Cada uno de los miembros se comprometió a conquistar hombres para la acción libertadora o separatista sin decirle a ninguno de los conquistados que había por lo menos diez grupos más iguales a ése del cual él formaba parte; y decimos diez más porque no hay constancia histórica de que Duarte formara uno de esos grupos, cosa que se explica porque seguramente a él le tocaría la tarea de dirigir a sus once compañeros. Fue el hecho de que once trinitarios formaran once grupos partidarios de la independencia lo que convirtió la calidad de los once trinitarios en la cantidad de los que años después iban a participar en la fundación de la República Dominicana y en las luchas armadas contra Haití, que iban a durar hasta 1855.



Ideología y política.

  Para fundar esa organización secreta y celular (en células de tres miembros) llamada la Trinitaria, Duarte tuvo que predicarles a los futuros trinitarios una ideología, pero seguramente lo hizo, por lo menos hasta donde sabemos, en términos organizativos; es decir, les explicó cómo iba a funcionar la república que debía ser establecida por ellos. Lo que era una república y lo que ésta debía significar para el pueblo era más o menos bien conocido por todos los que formaban La Trinitaria debido a que hacía muchos años que había repúblicas establecidas en varios países. La misma República de Haití, de la cual formaba parte el territorio dominicano, había nacido el primero de enero de 1804, es decir, hacía treinticuatro años, y desde los Estados Unidos hasta la Argentina, la mayor parte del Nuevo Mundo estaba sembrado de repúblicas. De todos modos, para afirmar la unidad del pensamiento político de los trinitarios Duarte escribió por lo menos un proyecto de Constitución de lo que iba a ser la República Dominicana.

  Eso era importante, pero más importante fue el paso táctico de aliarse a los haitianos que conspiraban para derrocar el gobierno de Jean Pierre Boyer, que era presidente de Haití desde el año 1818 y en su condición de presidente de Haití estaba gobernando a los dominicanos desde el mes de febrero de 1822. Debemos explicar que Boyer no era un tirano ni gobernaba el territorio dominicano como si fuera país conquistado militarmente, pero no era tampoco un político brillante ni cosa parecida; y la crisis mundial que se había desatado el año de 1836 en el mundo capitalista (cuyo centro se hallaba entonces en Europa, y de manera particular en Inglaterra, y no, como sucede ahora, en los Estados Unidos) produjo entre los haitianos y los dominicanos una situación de malestar tan grande que provocó la necesidad de cambiar de gobierno y dio paso a la organización de la conspiración que iba a desembocar en la llamada Revolución de la Reforma, conocida también con el nombre de Praslin porque fue el sitio donde se inició el 27 de enero de 1843. Praslin era una finca que tenía en las vecindades de la ciudad haitiana de Los Cayos el coronel Charles Herard ainé (palabra que significa padre o mayor de edad), conocido en la historia dominicana con el nombre de Riviére Herard. Charles Herard sería el sucesor de Boyer y por tanto el residente de Haití cuando los dominicanos proclamaron el 27 de Febrero del año siguiente (1844) la existencia de un Estado independiente que se llamaría República Dominicana.

  Cuando se produjo el levantamiento de Praslin se hallaba en Haití el trinitario Ramón Mella, que había sido enviado, como lo fue antes que él su compañero Juan Nepomuceno Ravelo, con el encargo de formar una alianza de los trinitarios con los conspiradores haitianos. Esa alianza iba a ser relativamente fácil de conseguir por el carácter igual de clase de los antiboyeristas haitianos y dominicanos. Todos pertenecían de manera principal a la pequeña burguesía, en sus niveles alto y mediano, y debido a la difícil situación económica unos y otros podían contar con el respaldo de la mayor parte de los haitianos y los dominicanos. Esa alianza de dominicanos partidarios de la independencia con haitianos enemigos de Boyer pero enemigos también de la independencia dominicana, fue un movimiento táctico de gran categoría. No podemos decir si la idea fue de Duarte o de otro trinitario, pero es seguro que si Duarte se hubiera opuesto a ella, la alianza no se habría dado. Y se dio con muy buenos resultados para los dominicanos.

¿Cuáles fueron esos resultados?

  Que el 24 de marzo, cuando se supo en Santo Domingo que Boyer había sido derrocado se reunieron en la plazoleta del Carmen, según cuenta Vetilio Alfau Durán en la página 13 del libro “Pedro Alejandrino Pina”, varios dominicanos “encabezados por Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, Pedro Alejandro Pina y Juan Isidro Pérez, quienes bajo las órdenes de Duarte y unidos con el grupo haitiano de Adolfo Nouel Alcius Ponthieux, Dominique Benoit (y) Auguste Bernier”, secundaron el movimiento llamado de La Reforma. Sigue diciendo Alfau Durán que “Cuando se encontraban reunidos en la Plaza de la Catedral, hoy Parque Colón, son súbitamente atacados por tropas gobiernistas mandadas por el Coronel Charles Cousin, quien resultó muerto en la refriega.

  El jefe militar boyerista de Santo Domingo, el general Carrié, entregó el mando y el día 26 (mes de marzo) se formó una Junta Popular formada por cinco personas, de las cuales tres eran dominicanos y dos haitianos. El día 30 los miembros dominicanos de esa Junta eran Juan Pablo Duarte, Manuel Jiménez y Pedro Alejandrino Pina, y el 7 de abril esa Junta autorizaba a Duarte a formar Juntas Populares, encargadas del gobierno que hoy llamaríamos municipal, en varios lugares del país. En pocas palabras, la alianza con las fuerzas antiboyeristas les dio a los trinitarios la oportunidad de surgir de las sombras de la clandestinidad en que habían estado trabajando y les abrió el camino para convertirse en líderes nacionales, condición sin la cual no habrían podido encabezar el levantamiento del 27 de febrero del año siguiente (1844).

  De otro aspecto de la actividad política de Duarte, la alianza con los hateros que equivalió a la formación de un frente de clases para alcanzar la independencia nos ocupamos en un artículo que fue publicado el 26 de enero de 1971 en El Sol con el título de “Duarte y las Clases Sociales”.



11 de julio de 1976.




Orígenes materiales de la organización de La Trinitaria


  Para algunos duartistas la República Dominicana surgió de la cabeza de Juan Pablo Duarte tal como Atenas, la diosa griega de la sabiduría, surgió de la cabeza de Júpiter; pero los que creemos que los hechos históricos no son productos de las ideas de ciertos hombres sino que las ideas de los hombres son productos de acontecimientos que afectan a las sociedades –y creemos además que esos acontecimientos pasan por etapas de formación y desarrollo– pensamos que el nacimiento de la República Dominicana, fechado el 27 de febrero de 1844, estuvo precedido, como la planta lo es de una semilla, por la formación de la asociación secreta y celular llamada La Trinitaria, y afirmamos que la creación de La Trinitaria fue provocada por hechos de carácter material que tuvieron efectos profundos en la manera de pensar y por tanto de actuar de los hombres y las mujeres que poblaban la parte de la isla de Santo Domingo en que se hablaba el español.



  Desde el punto de vista de su ciudadanía, la población de la parte Este de la isla era tan haitiana como la de la parte Oeste, pero desde el punto de vista cultural y político ella misma, o una parte importante de ella, se consideraba diferente de la haitiana, y en consecuencia, se sentía sometida por la fuerza al poder de Haití, que para la fecha de la fundación de La Trinitaria tenía dieciséis años y medio gobernándola. De no haber sido así esa población no habría apoyado en los campos de batalla a los que encabezaron la lucha para independizar de Haití la antigua parte española de la isla; y su apoyo fue tan enérgico y tan masivo que a pesar de que el poder militar haitiano era muy superior al que podían oponerle los dominicanos –y Haití lo usó a fondo para imponer de nuevo su dominio sobre la población del Este– no pudo someter a sus antiguos súbditos.

  La independencia de la que iba a llamarse República Dominicana fue un hecho político y si pretendemos identificar la base material de ese hecho político debemos orientar la búsqueda hacia un acontecimiento económico.

¿Cuál o cuáles hechos económicos, o que podían tener consecuencias económicas, afectaron al país que se llamaba Haití –que era entonces toda la isla de Santo Domingo– de tal manera que provocó el deseo de los habitantes de la parte Este de no seguir siendo gobernados por haitianos, y más concretamente por Jean Pierre Boyer y los hombres que formaban su equipo de gobierno?

  Fueron varios, unos de origen natural, y por tanto internos; otros de origen financiero ocurridos en Estados Unidos y Europa con efectos sobre el comercio de Haití, del cual era parte el comercio establecido en el territorio de lo que iba a ser la República Dominicana, cuyos propietarios eran generalmente nacidos en el Este. Por ejemplo, el padre de Juan Pablo Duarte era un comerciante haitiano porque él era ciudadano de Haití, y Santo Domingo, donde estaba su negocio, era una ciudad haitiana.

  La mayor parte de los datos sobre los hechos a que nos hemos referido figuran en Etudes Sur L’Histoire D’Haití, por B. Ardouin (Port-au-Prince, Haití, 1958) y se hallan en el Tome Dixiéme, Chapitre VI, páginas 61 en adelante. Ardouin nos informa de una revuelta contra el gobierno de Boyer que se produjo a fines de 1836, pero no nos dice qué la causó, si bien su sola existencia indica que para esa época ya había comenzado, por lo menos en una de las regiones de la parte Oeste del país, una crisis política que debía tener origen económico.

  Al parecer la revuelta de 1836 quedó dominada rápidamente, pero en enero del año siguiente –1837– comenzaría otra cuyo jefe acusaba a Boyer de haber vendido el país a los blancos franceses y además alegaba que las grandes fincas del Norte –suponemos que se trataba de las que habían sido donadas a sus favoritos por el rey Henri Christophe– habían sido divididas en parcelas tan pequeñas que sus dueños no podían sostenerse con lo que producían en ellas.

  Ardouin nos informa también que en el 1837, sin decirnos en cuáles meses, se presentó una sequía que él califica de extraordinaria. Según Ardouin, a causa de tal sequía disminuyó “excesivamente” la cosecha de víveres que se cultivaban, así como la cantidad de café, que era el más importante de los productos de exportación debido a que en cuidarlo y recogerlo se empleaba más mano de obra que en los demás. Si la falta de víveres fue tan acentuada como lo da a entender Ardouin, debió causar mucho malestar en la población de la parte del Este porque la base de su comida eran precisamente los llamados víveres: la yuca, la batata, la yautía, el plátano, que acompañaban a la carne guisada que se obtenía de un ganado casi montaraz o cimarrón. El propio Ardouin nos da la clave para identificar el factor político desatado por esa sequía cuando después de llamarla larga y explicar que se extendía por “las diferentes partes del territorio de la República” decía que la “malevolencia” trataba de explotarla atribuyéndole un origen no natural.

  A los efectos políticos de la sequía se unieron los que desató una crisis financiera calificada en los Estados Unidos, que parece haber sido el país donde se originó, como “la depresión de 1837”. Esa crisis se extendió a Europa y afectó a Francia, compradora del café haitiano, de manera que los dos países con los cuales negociaba principalmente Haití –y por tanto la parte Este de la isla– cayeron en un estado de marasmo económico que iba a reflejarse en todos los órdenes de la vida haitiana.

  La crisis de 1837 tuvo efectos en Haití mediante una escasez de productos alimenticios norteamericanos y desde Francia a través de una baja de precios del café, que de 72 francos los 100 kilos descendió a 50 francos, pero además, desde mayo de 1836 el café de la India había entrado a competir ventajosamente en Francia con el de Haití debido a que, con el propósito de favorecer a la marina mercante de su país, el gobierno de Francia había bajado el flete de los productos que compraba en Oriente y había subido el de los que compraba en Haití, en tal forma que un saco de café haitiano tenía que pagar 33 francos más que uno de café de la India, y en consecuencia, el café producido en el país –lo que equivale a decir, y no nos cansamos de recordárselo al lector para que no lo olvide, el producido en toda la isla– dejaba menos beneficios que antes, lo que significaba menos salario para los que trabajaban en los cafetales o menos comida y otros servicios en los lugares donde los campesinos tenían que trabajar no a cambio de un salario sino por comida y tal vez por tela para hacerse un pantalón o una camisa, forma de pago a los trabajadores frecuente en países donde todavía el capitalismo no era el modo de producción dominante.

  Para las masas campesinas –y en esos años los que vivían en los campos debían ser alrededor del 90 por ciento de los habitantes–, la sequía representaba un mal mayor que la crisis financiera, pero una vez volvieron las lluvias debieron sentir que sus vidas mejoraban; en cambio, los comerciantes de Puerto Príncipe, Cabo Haitiano, Santo Domingo y Puerto Plata debían hallarse disgustados con el gobierno, al que seguramente echaban la culpa de la crisis que los afectaba, y sin duda fueron ellos los que gestionaron que se derogara una ley de 1835 que ordenaba pagar los impuestos de importación en monedas extranjeras.

  El presidente Boyer se opuso a la derogación de esa ley y lo hizo con un mensaje fechado el 20 de julio de 1837; dos días después el Senado rechazaba la derogación y para agravar los males del país, el 9 de agosto la isla fue azotada por un ciclón que debió ser muy destructor porque, a raíz de su paso, Boyer ordenó que se hicieran grandes siembras de víveres en todo el país.

  Ahí tienen los lectores expuestas en forma sintética las condiciones materiales que explican la decisión de organizar en la parte española de la isla un movimiento de independencia que comenzaría a materializarse el 16 de julio de 1838 con la fundación de La Trinitaria, cuyo creador fue Juan Pablo Duarte, el hijo mayor del comerciante Juan José Duarte Rodríguez.

Juan Bosch

  14 de febrero de 1980.-bi� K o t �^ ��Z Times New Roman";mso-ansi-language: ES-MX'> Eso era importante, pero más importante fue el paso táctico de aliarse a los haitianos que conspiraban para derrocar el gobierno de Jean Pierre Boyer, que era presidente de Haití desde el año 1818 y en su condición de presidente de Haití estaba gobernando a los dominicanos desde el mes de febrero de 1822. Debemos explicar que Boyer no era un tirano ni gobernaba el territorio dominicano como si fuera país conquistado militarmente, pero no era tampoco un político brillante ni cosa parecida; y la crisis mundial que se había desatado el año de 1836 en el mundo capitalista (cuyo centro se hallaba entonces en Europa, y de manera particular en Inglaterra, y no, como sucede ahora, en los Estados Unidos) produjo entre los haitianos y los dominicanos una situación de malestar tan grande que provocó la necesidad de cambiar de gobierno y dio paso a la organización de la conspiración que iba a desembocar en la llamada Revolución de la Reforma, conocida también con el nombre de Praslin porque fue el sitio donde se inició el 27 de enero de 1843. Praslin era una finca que tenía en las vecindades de la ciudad haitiana de Los Cayos el coronel Charles Herard ainé (palabra que significa padre o mayor de edad), conocido en la historia dominicana con el nombre de Riviére Herard. Charles Herard sería el sucesor de Boyer y por tanto el residente de Haití cuando los dominicanos proclamaron el 27 de Febrero del año siguiente (1844) la existencia de un Estado independiente que se llamaría República Dominicana.

  Cuando se produjo el levantamiento de Praslin se hallaba en Haití el trinitario Ramón Mella, que había sido enviado, como lo fue antes que él su compañero Juan Nepomuceno Ravelo, con el encargo de formar una alianza de los trinitarios con los conspiradores haitianos. Esa alianza iba a ser relativamente fácil de conseguir por el carácter igual de clase de los antiboyeristas haitianos y dominicanos. Todos pertenecían de manera principal a la pequeña burguesía, en sus niveles alto y mediano, y debido a la difícil situación económica unos y otros podían contar con el respaldo de la mayor parte de los haitianos y los dominicanos. Esa alianza de dominicanos partidarios de la independencia con haitianos enemigos de Boyer pero enemigos también de la independencia dominicana, fue un movimiento táctico de gran categoría. No podemos decir si la idea fue de Duarte o de otro trinitario, pero es seguro que si Duarte se hubiera opuesto a ella, la alianza no se habría dado. Y se dio con muy buenos resultados para los dominicanos.

¿Cuáles fueron esos resultados?

  Que el 24 de marzo, cuando se supo en Santo Domingo que Boyer había sido derrocado se reunieron en la plazoleta del Carmen, según cuenta Vetilio Alfau Durán en la página 13 del libro “Pedro Alejandrino Pina”, varios dominicanos “encabezados por Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, Pedro Alejandro Pina y Juan Isidro Pérez, quienes bajo las órdenes de Duarte y unidos con el grupo haitiano de Adolfo Nouel Alcius Ponthieux, Dominique Benoit (y) Auguste Bernier”, secundaron el movimiento llamado de La Reforma. Sigue diciendo Alfau Durán que “Cuando se encontraban reunidos en la Plaza de la Catedral, hoy Parque Colón, son súbitamente atacados por tropas gobiernistas mandadas por el Coronel Charles Cousin, quien resultó muerto en la refriega.

  El jefe militar boyerista de Santo Domingo, el general Carrié, entregó el mando y el día 26 (mes de marzo) se formó una Junta Popular formada por cinco personas, de las cuales tres eran dominicanos y dos haitianos. El día 30 los miembros dominicanos de esa Junta eran Juan Pablo Duarte, Manuel Jiménez y Pedro Alejandrino Pina, y el 7 de abril esa Junta autorizaba a Duarte a formar Juntas Populares, encargadas del gobierno que hoy llamaríamos municipal, en varios lugares del país. En pocas palabras, la alianza con las fuerzas antiboyeristas les dio a los trinitarios la oportunidad de surgir de las sombras de la clandestinidad en que habían estado trabajando y les abrió el camino para convertirse en líderes nacionales, condición sin la cual no habrían podido encabezar el levantamiento del 27 de febrero del año siguiente (1844).

De otro aspecto de la actividad política de Duarte, la alianza con los hateros que equivalió a la formación de un frente de clases para alcanzar la independencia nos ocupamos en un artículo que fue publicado el 26 de enero de 1971 en El Sol con el título de “Duarte y las Clases Sociales”.



11 de julio de 1976.




El día de Duarte y la conducta de Balaguer


Juan Bosch

  Hace hoy 160 años que nació Juan Pablo Duarte, el Padre de la Patria, y como resulta que el Dr. Joaquín Balaguer escribió un libro para explicar la vida de Duarte, debemos hablar de Duarte y también del Dr. Balaguer, y tal vez así llegaremos a saber si el Dr. Balaguer entendió de verdad quién fue Duarte y qué cosa hizo y si lo está entendido ahora, al cabo de seis años corridos de ser presidente de la República. Por de pronto, para que nos demos cuenta de lo que significa Juan Pablo Duarte para nosotros los dominicanos, sean presidentes de la República o sean comerciantes, choferes o mujeres de sus casas; sean campesinos pobres, médicos o estudiantes, nos vemos en el caso de explicar ciertas cosas que tal vez no se le han dicho al pueblo en su lengua, en esa manera suya de hablar que es en la que él comprende de verdad lo que se le dice.

  Cuando Duarte nació, hace un siglo y medio y diez años, esto que ahora es la República Dominicana era una parte de un gran país llamado España que tenía tierras en todos los lugares del mundo, y ya para el año del nacimiento de Duarte esta tierra nuestra tenía mucha historia; tenía tanta historia que había sido española más de 300 años corridos; luego, en el 1795, había pasado a ser francesa, pero siguió siendo gobernada por España hasta principios del 1801, cuando vino de Haití Toussaint Louverture, un general haitiano que nos ocupó en nombre de Francia, y estuvimos siendo gobernados, primero por él, después por un hermano suyo y al fin por gobernadores franceses, hasta el año 1809, cuando pasamos a ser gobernados a nombre de España por un general dominicano, de Cotuí, llamado Juan Sánchez Ramírez, que había derrotado a los franceses en la batalla de Palo Hincado. El general Sánchez Ramírez fue el primer dominicano que gobernó nuestro país, pero lo hizo a nombre de España, como gobernador español, y cuando murió, el 12 de febrero de 1812 (un año antes de que naciera Duarte), nuestra tierra era un país, pero no era una república, y por eso a la muerte de Sánchez Ramírez siguió siendo gobernada a nombre de España y era España la que mandaba aquí y de España venían los hombres que tenían el mando, que para entonces se llamaban gobernadores. Por ejemplo, el primer gobernador que vino de España después de la muerte de don Juan Sánchez Ramírez fue uno llamado don Carlos de Urrutia y Matos, a quien la gente del pueblo iba a bautizar con el nombre de don Carlos Conuco, porque mandó hacer un conuco muy grande del otro lado del río Ozama, en lo que hoy se llama, precisamente, Villa Duarte, en honor del Padre de la Patria, y hasta hace algunos años se le llamó Pajarito. A ese conuco mandaba el gobernador Urrutia a trabajar a todo el que las autoridades hallaban vagando por los barrios de la capital, y la yuca y la batata y el maíz y todo lo que se producía en ese conuco se vendía al menudeo y el señor gobernador se embolsillaba el dinero que daban esos víveres. Por esos días Duarte era un niño que todavía ni caminaba, y en la mayoría de los países hermanos de América, que eran, como nosotros, territorios de España, se estaba en guerra contra España. Esas guerras tenían como propósito conseguir la independencia de cada uno de esos países, tal como la había conseguido Haití, que había logrado la suya luchando contra los franceses y había pasado a ser, desde el 1 de enero de 1804, la primera república independiente de la parte de América que hoy se llama la América Latina. ¿Por qué Haití logró su independencia luchando contra los franceses y no contra los españoles? Pues porque allá por el 1605 España había abandonado completamente la mitad de nuestra isla, y quizá más de la mitad; la abandonó para evitar que la gente que vivía en esas regiones hiciera contrabando cambiando reses cimarronas por telas y sombreros y machetes y hachas y otros artículos que traían hasta la orilla del mar barcos holandeses; y unos 25 años después de que el gobierno español mandó desalojar esa mitad de nuestra isla llegaron unos cuantos franceses y se establecieron en esos terrenos abandonados y encontraron en ellos una gran riqueza en ganado cimarrón, y ahí se quedaron y al cabo de 50 años ya una parte de nuestra isla era francesa y los franceses comenzaron a producir allí azúcar y otros artículos a base de hacer trabajar a los esclavos que para el 1780 eran más de medio millón. En agosto de 1791 comenzó un levantamiento de esclavos en Haití y ya la lucha no se detuvo más hasta que al terminar el año 1803 los haitianos habían derrotado totalmente a los franceses y el primer día del 1804, como dijimos hace un rato, se fundó la República de Haití.

  Así, pues, cuando Duarte nació nosotros éramos parte de España, pero Haití era ya una república independiente, y otros países de América, de origen español y de lengua española, como lo éramos nosotros, estaban en guerra para conseguir también su independencia. Para fines del 1821, cuando Duarte iba a cumplir 9 años, existía ya la República de Colombia, fundada por Simón Bolívar, conocido en la historia de nuestros países con el nombre de El Libertador. Esa República de Colombia era la suma de lo que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador, de manera que era una república muy grande; y cuando en el mes de noviembre de ese año de 1821 unos cuantos dominicanos, altos empleados del gobierno español en nuestro país, encabezados por don José Núñez de Cáceres, decidieron hacerse libres de España, resolvieron unirse a Colombia en condición de protectorado, es decir, de país que dejaba de ser español pero tampoco llegaba a ser república independiente sino que se quedaba en la condición de protectorado de Colombia, o país puesto bajo la protección de Colombia. Por esa razón al declararnos libres de España en la noche del 30 de noviembre de 1821, los jefes del movimiento, a la cabeza de los cuales estaba don José Núñez de Cáceres, pusieron la bandera colombiana donde estaba la bandera española y bautizaron el país con el nombre de Haití Español. Menos de dos meses y medio después, el día 9 de febrero de 1822, los haitianos ocuparon la capital de nuestro país y pasaron a gobernar toda la isla y los dominicanos dejamos de ser protectorado de Colombia y pasamos a ser ciudadanos de Haití; o lo que es lo mismo, nuestro país se convirtió en parte de la República de Haití y por esa razón, nosotros pasamos a ser haitianos. ¿Qué teníamos nosotros que ver con Haití y con su historia, con su lengua y sus costumbres? No teníamos que ver nada, pero sucede señores, que la gente pertenece a la nación que la gobierna, porque la nación que la gobierna domina la tierra donde esa gente vive y les impone sus leyes y sus autoridades a los habitantes de esa tierra. Así, por ejemplo, Puerto Rico fue española durante 390 años, pero en el 1898 los yanquis le hicieron la guerra a España, la derrotaron, entraron en Puerto Rico y pasaron a dominar su tierra y a imponer a sus habitantes sus leyes, su moneda, sus autoridades, y desde entonces Puerto Rico fue yanqui, Puerto Rico pasó a ser territorio de Estados Unidos.

  ¿Qué es lo que se necesita, entonces, para que un país pueda ser libre, pueda convertirse en una república independiente?

  Digamos, antes que nada, que un país es un territorio poblado por gente que en general (no siempre) habla la misma lengua y tiene más o menos las mismas costumbres; pero ese país puede estar gobernado por autoridades de otro país que no hable su lengua ni tenga sus costumbres. Ahora bien, para pasar de país a república se requieren varias condiciones; se requiere, en primer lugar, que ninguna nación extranjera domine su territorio; que ningún gobierno extranjero le imponga sus leyes a la gente que vive en su territorio; se requiere que los habitantes de ese país tengan un gobierno propio, formado por personas de su propio pueblo, y dispongan de fuerza militar suficiente para poder impedir que otra nación pase a dominar su territorio y gobernar a sus habitantes.

  Desde el 9 de febrero de 1822 Haití nos impuso sus leyes y sus autoridades; sus ejércitos ocuparon los puntos que eligieron dentro de nuestro territorio para tener en él fuerza militar; su gobierno pasó a gobernar en todos los lugares donde antes había mandado España y la gente que vivía en esos lugares tuvo que pasar a obedecer a las autoridades de Haití, a cumplir las órdenes que le daban los empleados, los soldados y oficiales y los policías de Haití; tuvo que pasar a respetar la bandera de Haití y a usar su moneda. En pocas palabras, los habitantes de lo que había sido el territorio español de Santo Domingo pasaron a ser haitianos.

  Hasta el momento en que pasamos a ser haitianos a ningún dominicano se le había ocurrido la idea de que nosotros podíamos ser un país libre, una república independiente, porque aunque Núñez de Cáceres proclamó que Haití Español era un estado independiente, al mismo tiempo puso ese estado bajo el protectorado de Colombia porque no teníamos fuerza militar propia que pudiera garantizar nuestra independencia y creyó que la fuerza militar de Colombia podía impedir que España volviera a ocuparnos. La prueba de que nosotros no podíamos disponer de fuerza militar propia está en que los haitianos entraron en el país sin que se les disparara un solo tiro; por otra parte, Colombia no podía mandar soldados a impedir que los haitianos ocuparan nuestro territorio porque cuando los haitiano entraron aquí el presidente de Colombia, que era Simón Bolívar, ni siquiera se había enterado de que los dominicanos nos habíamos puesto bajo el protectorado de su país.

  El primer dominicano a quien se le ocurrió la idea de que nosotros podíamos convertirnos en un país libre, es decir, que nosotros podíamos fundar eso que se llama un Estado, fue Juan Pablo Duarte; y no sólo lo pensó sino que se dedicó a organizar a un grupo de jóvenes para formar algo así como un partido político que tendría como tarea establecer la República Dominicana. Pero fíjense en esto que voy a decirles, porque es importante para que podamos darnos cuenta de si el Dr. Balaguer comprendió o no comprendió, al escribir su libro sobre la vida de Duarte, la importancia de lo que Duarte hizo: Cuando a Duarte se le ocurrió esa idea nosotros éramos haitianos; y lo éramos desde hacía muchos años. Y pensar siquiera en luchar para quitarnos de encima a las autoridades haitianas era verdaderamente un pensamiento atrevido y grande, porque los dominicanos éramos muy pocos y el país era muy pobre, y encima de luchar para quitarnos de encima a las autoridades haitianas teníamos que pasar a crear un Estado, es decir, a crear una república libre, con un gobierno que estuviera organizado de acuerdo con una Constitución propia, con leyes hechas por nosotros; con una moneda propia, con un ejército dominicano capaz de enfrentarse con el de Haití y sacarlo a la fuerza de nuestro país.

  Un Estado, señores, está formado por una población y un territorio que esa población ocupa y usa para producir lo que necesita para sostenerse; pero esa población tiene que estar políticamente organizada, lo que significa que debe tener un gobierno con autoridad para hacer leyes y para organizar fuerzas militares que garanticen la vida del Estado, pues el Estado deja de existir desde el momento en que otro país, otro gobierno ocupa militarmente su territorio y desde el momento en que sus ciudadanos se ven forzados a obedecer a ese otro gobierno que ha ocupado su territorio; de manera que el Estado dominicano, esa república libre con la que soñaba Duarte, no podía fundarse ni sostenerse si no llenaba las condiciones que acabamos de mencionar.

  Duarte organizó, antes que nada, el grupo llamado La Trinitaria, que tenía la misión de organizar, a su vez, el movimiento para sacar del país a las autoridades haitianas y establecer un gobierno dominicano, el cual, como es de rigor, pasaría a formar un ejército nacional que obligaría a los haitianos a respetar el territorio nacional. Sobre la base de la existencia de ese gobierno y de ese ejército nacional se formaría el Estado dominicano; un Estado que tomaría, según lo ideó Duarte, la forma de una república gobernada por un Poder Ejecutivo que estaría formado por un presidente y varios ministros, por un Poder Legislativo encargado de hacer las leyes, que estaría formado por diputados elegidos por las personas que dijera la ley electoral y por un Poder Judicial formado por una Corte Superior o Suprema y por varios jueces. No vamos a hacer hoy historia de lo que padeció Duarte antes de que ese sueño suyo se convirtiera en realidad; pero debemos decir que el sueño se hizo realidad el 27 de febrero de 1844, y que ese día él ni siquiera estaba en el país. Duarte estaba expulsado en Curazao cuando recibió la noticia de que la República Dominicana, ese nombre que él le había dado a su sueño, se había fundado el 27 de febrero, y junto con la noticia le llegó la invitación que le enviaban sus compañeros de La Trinitaria para que viniera a dirigir los destinos del país.

  Ahora bien, los trinitarios invitaban a Duarte para que viniera a ser presidente de la república porque ya estaba fundado el Estado dominicano; todavía no se había desarrollado, no se había fortalecido, no había demostrado su poder; pero ya estaba fundado. La primera condición para que una persona pueda llegar en su país al cargo de presidente de la República es que esa república exista, es que exista el Estado. Si no existiera el Estado dominicano, que Duarte creó en su imaginación cuando parecía el sueño de un poeta, el Dr. Balaguer no podría ser presidente de la República. (Ser presidente de la República, en un país como el nuestro, es ser al mismo tiempo jefe del gobierno y jefe del Estado, y en otra oportunidad expliqué la diferencia que hay entre un jefe de Estado y un jefe de gobierno y por qué razón aquí y en casi todos los demás países de América los jefes de Estado son al mismo tiempo jefes de gobierno). El Dr. Balaguer, a quien le gusta tanto ser presidente de la República que aspira a serlo todo el resto de su vida aunque para eso tenga que dedicar todos los fondos públicos a comprar hombres y mujeres, debería ser el primer defensor del Estado dominicano, porque si el Estado dominicano no existiera él no podría ser presidente de la república. Por esa razón, el Dr. Balaguer debería sentirse enemigo de la memoria de Pedro Santana, que destruyó el Estado dominicano al anexar el país a España; y debería sentirse enemigo de la memoria de Woodrow Wilson, el gobernante norteamericano que destruyó el Estado dominicano al ordenar la ocupación militar de nuestro país en el año 1916; y debería sentirse enemigo de la memoria de ese señor Johnson que envió en el 1965 fuerzas militares para ocupar la República.

  Ese señor Johnson murió hace pocos días, y cuando murió el Dr. Balaguer hizo estas dos cosas: le mandó un cable de pésame al presidente de Estados Unidos y le envió otro cable a la viuda de Johnson; y no estaba obligado ni a una cosa ni a la otra, porque los pésames oficiales, de un país a otro país, se dan solamente cuando muere un jefe de Estado o de gobierno o el representante diplomático de otro Estado o país. Por ejemplo, si el embajador de Estado Unidos en la República Dominicana hubiera muerto, el gobierno dominicano habría estado obligado a darle el pésame al gobierno norteamericano y además a rendirle honores al embajador muerto, y si muere el presidente de Estados Unidos, el gobierno dominicano está obligado a mandarle un pésame al nuevo presidente, es decir, el vicepresidente que pasa a ser presidente. Pero en el caso de Johnson el gobierno dominicano no tenía ninguna obligación de mandarle un cable de pésame a Nixon, y mucho menos debió el Dr. Balaguer elogiar lo que hizo Johnson cuando ordenó la invasión de la República Dominicana y cuando ordenó las tremendas matanzas de Vietnam, y eso fue lo que hizo el Dr. Balaguer al decir, en el cable que le mandó a la viuda, que Johnson había sido un “gran hombre, que encarnó en horas difíciles el coraje de esa gran nación”.

  Encarnar es lo mismo que representar, y si Johnson representó el coraje de Estados Unidos al actuar en la República Dominicana y en Vietnam, entonces el coraje de Estados Unidos es muy, pero muy extraño; y millones de millones de hombres y mujeres de todo el mundo, incluso de los propios Estados Unidos, creen que lo que demostró Johnson no fue que era valiente sino que era criminal; y el jefe del Estado dominicano que no se atreviera a llamarle criminal a Johnson debió haberse callado; que a veces la dignidad, si es que se tiene, se demuestra también con el silencio. De todos modos, lo que probó el Dr. Balaguer al hacer ese elogio del hombre que ordenó la invasión militar de la República Dominicana, del Estado del cual es jefe Balaguer, es que cuando escribió su libro sobre Duarte, el creador del Estado Dominicano, no se daba cuenta de lo que Duarte había hecho, y todavía hoy no lo sabe, porque si lo supiera no habría enviado ese cable impropio a la viuda del jefe de los invasores militares de 1965.



Viernes, 26 de enero de 1973


De la Independencia Efímera a La Trinitaria


  El día primero de diciembre de 1821, el gobernador español de la provincia de Santo Domingo, don Pascual Real, tan ingenuo como poco precavido, como lo calificó Víctor Garrido sin tomar en cuenta que una persona ingenua es necesariamente poco precavida, amaneció traicionado y preso, con la bandera colombiana ondeando en las astas públicas, y en cambio, el Dr. José Núñez de Cáceres, que hasta ese momento había sido Auditor de Guerra de la provincia y juez del Juzgado de Letras (leyes) de la ciudad de Santo Domingo, amaneció convertido por decisión suya en presidente de lo que él llamó Estado Independiente de Haití Español, pero un Estado que tenía existencia nada más en los deseos del autotitulado presidente y en los de Manuel Carbajal, Juan Vicente Moscoso, Antonio Martínez Valdés, L. Juan Nepomuceno de Arredondo, Juan Ruiz, Vicente Mancebo y Manuel López Umeres, todos los cuales firmaron con Núñez de Cáceres el acta de la supuesta independencia nacional que se conocería en la Historia con el calificativo de efímera.

  En la comunicación enviada al gobierno de España para notificarle que la provincia de Santo Domingo había dejado de ser territorio español se le pasaba una breve, pero sentida cuenta de la conducta que mantuvo la ex metrópoli con la que había sido la primera de sus posesiones en el Nuevo Mundo, y se le decía que los gobiernos españoles se acordaban de Santo Domingo “para despachar patentes de grados superiores a los europeos (españoles de España, no del país, n. de JB), conferirles los primeros puestos militares, destinar a esta plaza militares ociosos sin cuerpos ni compañías (o sea, sin tropas, n. de JB), organizar los dispendiosos ramos de artillería e ingenieros, recargar sueldos sobre las exhaustas rentas de esta Provincia, para estas y otras medidas que de día en día llevan rápidamente a su exterminio... doce largos años no han sido bastantes a enviar los auxilios militares que se han pedido con tanta urgencia y de que hay tan absoluta falta de menos para recompensar los sacrificios de los valientes y liberales que derramaron su sangre y dieron sus bienes para rescatar el suelo patrio de la dominación francesa’’.

  A lo que se alude en el párrafo copiado es al abandono en que España mantuvo a la provincia de Santo Domingo en los doce años transcurridos desde que se llevó a cabo el movimiento conocido con la denominación de la Reconquista, que había culminado en la batalla de Palo Hincado y la toma de la capital del país tras la rendición de las armas francesas, episodio ocurrido doce años antes, en el 1809, y de paso se aludía también al hecho de que los situados o envíos de dinero que debían llegar anualmente desde México y Caracas dejaron de hacerse hacía once años. Ante esa situación la Diputación Provincial se había dirigido al rey de España para decirle, en comunicación fechada el 16 de enero de 1821, que desde ’’once años ha... permanecen en el mismo estado de espera, desnudos, hambrientos y perdidos todos sus bienes”, los que llevaron a cabo la guerra de la Reconquista, “sin que en este tiempo de espera haya(n) visto otra cosa que desembarcar empleados (que llegaban de España) y conferir puestos (públicos) a personas que si han contribuido en otra parte (de los territorios españoles de América) con sus servicios no son de absoluta necesidad en el estado de penuria en que se encuentra toda la isla’’. (Debo advertir que la expresión ’’toda la isla’’ era incorrecta puesto que una parte de ella estaba ocupada por la República de Haití, que a esa fecha tenía dieciocho años de establecida; y aclaro que las expresiones puestas entre paréntesis son mías. Nota de JB).



Levantamientos y Juntas


  Las causas materiales del movimiento político llamado por nuestros historiadores la Independencia Efímera están dichas en los párrafos de la comunicación de la Diputación Provincial enviada al rey de España copiados arriba y en la parte de la que se le envió al gobierno español para notificarle que la provincia de Santo Domingo había dejado de ser territorio de nuestra antigua metrópoli. Esas causas se resumen en pocas palabras: el país que veinte y tres años después pasaría a llamarse República Dominicana se hallaba en un estado de miseria tan agudo que la padecían todas las capas sociales, y la miseria llevaría a mucha gente del pueblo a comparar lo que sucedía en Santo Domingo con lo que sucedía en Haití, donde la actividad económica se reflejaba en hechos como el que describe en su Estudios de la Historia de Haití B. Ardouin (París, 1860, tomo 9) cuando refiere (pág. 22) que el 13 de mayo de 1821 “seis meses y medio antes de la declaración de la Independencia Efímera” los comerciantes haitianos de Puerto Príncipe organizaron un círculo de comercio o sociedad por acciones, y que el día 24, siguiendo ese ejemplo, los de la región del norte instalaron una cámara comercial en Cabo Haitiano.

  No se sabe cómo llegaban a Santo Domingo las noticias de las bienandanzas económicas de Haití, pero no hay duda de que llegaban porque de no ser así no se explicarían los levantamientos de militares dominicanos que se declaraban partidarios de la unión con Haití, como el de Andrés Almarante, comandante de Dajabón; el de Diego Polanco, comandante de Monte Cristi, que le escribió al jefe militar de Cabo Haitiano diciéndole que “el pueblo de San Fernando de Monte Cristi ha juzgado oportuno enarbolar la bandera haitiana y lo hemos consentido”, hecho que se anticipó en quince días a la acción de Núñez de Cáceres y sus compañeros, y sin duda también se anticipó el levantamiento de Dajabón, que fue anterior al de Monte Cristi, pero no quedó constancia de cuándo ocurrió. Lo que se sabe, porque lo dice Ardouin, es que una comunicación enviada a Boyer por Almarante estaba fechada el 15 de noviembre, es decir, el mismo día que la del comandante Diego Polanco.

  La noticia de lo que había sucedido en Santo Domingo el 1 de diciembre llegó a Puerto Plata en menos de dos semanas porque allí se formó una junta que puso en las astas la bandera haitiana y el 13 de diciembre solicitó el respaldo del general Antonio López Villanueva, comandante de la fortaleza de aquella ciudad, en su repudio de lo que habían hecho Núñez de Cáceres y los que firmaron con él su declaración de independencia.


  En Santiago se formó otra junta, a la que se refiere Ardouin llamándola “provisional”. Esa junta envió a Haití tres delegados: Juan Núñez Blanco, José María Salcedo y Fernando Morel de Santa Cruz, que debía ser familiar muy cercano del que fuera importante personaje de la Iglesia Católica de Cuba, y entre los asuntos que debían tratar con el presidente Boyer uno era “Que la Constitución de la República de Haití nos gobierne en lo adelante”, y otro, que “la deseamos con la libertad de los esclavos”, tema que no figura en el acta de la independencia levantada por Núñez de Cáceres y sus compañeros.



De la Independencia Efímera a La Trinitaria

  El Consejo Municipal de Puerto Plata le envió a Boyer otra comunicación llevada por José María Roxas y Francisco By y firmada por Joaquín Bidos, Luis Rodríguez Plantes y Francisco Antonio del Campo, y en ella le pedían “en nombre de esta pacífica jurisdicción todo lo que pueda convenir al bienestar de sus habitantes, a su seguridad personal y a la conservación de sus propiedades”; por su parte, el general López Villanueva respondió a la junta puertoplateña diciéndole que había dado orden de que “se enarbolara la bandera haitiana” y llamaba a Boyer “un hombre por excelencia filántropo”.

  El movimiento que pedía la unión de dominicanos y haitianos bajo el gobierno de Boyer se extendía como fuego en un pinar; en él pasó a participar La Vega, cuyo comandante militar, Juan Ramón, le escribió a Boyer diciéndole que esa ciudad “vecina de Santiago ha imitado su ejemplo y enarbolado, con toda la solemnidad consiguiente, la bandera de su respetable gobierno de usted”, y el 14 de enero hacían lo mismo grupos de Cotuí y San Francisco de Macorís, de San Juan de la Maguana, de Neiba, de Azua, entre cuyos firmantes aparecía nada menos que Pablo Báez, alcalde (síndico) que era de la vieja ciudad y padre de Buenaventura. Hasta Samaná llegó la ola de las adhesiones y peticiones, todas redactadas en forma tan parecida que dejan la impresión de que eran escritas siguiendo un modelo enviado desde Haití.

  Ardouin fue un historiador que puede figurar entre los más esmerados y laboriosos de América, pero era un idealista que achacaba los hechos históricos a pasiones o deseos de los personajes que encabezaban esos hechos. El capítulo III del tomo 9 de su libro está dedicado a relatar el movimiento que los dominicanos hemos bautizado con el nombre de Independencia Efímera pero escrito desde el punto de vista haitiano, y desde ese ángulo Ardouin no podía explicarse las causas materiales de ese episodio de la historia dominicana que fue al mismo tiempo un episodio de la de Haití porque le abrió las puertas a la incorporación de la antigua provincia española al Estado haitiano, y visto con la perspectiva que proporciona al estudio de la historia, ese episodio condujo, veintidós años más tarde, a la creación de la República Dominicana, o dicho de otro modo, condujo, dieciséis años después, a la fundación de La Trinitaria.

  Para Ardouin, la Independencia Efímera tuvo su origen en resentimientos de José Núñez de Cáceres contra el gobierno español porque no se le concedió la petición, que hizo repetidas veces, del cargo de oidor de la Audiencia de Quito, capital de Ecuador, explicación que muchos años después iba a mantener Américo Lugo. Pero lo que dicen las contadas descripciones de la situación de miseria en que vivían los dominicanos de esos años es otra cosa; dicen que Núñez de Cáceres actuó como lo hicieron los comandantes de armas de Dajabón, de Monte Cristi, de Santiago, de Cotuí, de La Vega, de Neiba, de Samaná, sólo que en forma diferente porque la posición que él desempeñaba en el tren de la burocracia española lo colocó en una altura a la que no llegaban esos comandantes.


  El 9 de febrero de 1822, esto es, dos meses y nueve días después de haber sido declarada la Independencia Efímera, hacía su entrada en la capital de la porción oriental de la isla Jean Pierre Boyer. La Independencia Efímera había sido efímera pero no llegó a ser independencia, y el hombre que encabezó ese episodio no llegó a ser libertador porque no tenía las condiciones para serlo ni el país podía dar de sí lo necesario para que de su seno saliera uno que lo fuera. Pero como la historia es un proceso que no se detiene, del fracaso de la Independencia Efímera saldrían los acontecimientos que produjeron la necesidad de crear La Trinitaria y llevarla hasta el momento en que sus hombres enmendaron el yerro cometido por José Núñez de Cáceres.



Juan Bosch

Santo Domingo, 26 de enero de 1986.

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