lunes, 11 de marzo de 2013

ENTRE CANADA Y VENEZUELA

Sergio Sarita Valdez

Gracias a los avances de las neurociencias sabemos que existe una zona en el cerebro en donde se guardan codificados los datos de nuestra niñez, así como que existe otra área que registra la memoria más reciente. Mis recuerdos se remontan a la década de los cincuenta del pasado siglo XX cuando en la bodega de la familia y durante la cuaresma solía aumentar el flujo de clientes, en busca de bacalao los días miércoles y viernes. Eran muchas las cajas de bacalao, arenque y latas de sardinas procedentes de Canadá que compraba la comunidad puesto que estaba vedado consumir otro tipo de carne en dicho período especialmente durante la semana santa. Sería luego en la clase de geografía del nivel primario donde aprendería que esa zona del mundo pertenecía a la América del Norte, pero hube de esperar hasta la educación secundaria para enterarme que unos canadienses hablaban francés, en tanto que otros se comunicaban en inglés. De Venezuela tuve noción a través del beisbol con los nombres inmortales de Pompeyo Davalillo y de Luis Aparicio. Otra vía de información lo era un radio de pila seca con el que mi difunto sintonizaba las emisoras de Maracaibo y Caracas que lanzaban ataques verbales contra la dictadura de Trujillo. Sesenta años después en esa misma coordenada espacial, pero en circunstancias diferentes, y ya con una visión adulta madura, valoro el efecto gravitatorio de esas dos naciones sobre el presente y futuro de la vida económica de la República Dominicana. No se trata ya del intercambio comercial de pescado seco salado, ahumado, ni enlatado; en esta ocasión nos referimos al caso de la compañía minera Barrick Gold que ha venido extrayendo de las entrañas de Cotuí, un recurso no renovable como lo es el oro.

La República Bolivariana de Venezuela comparte lazos históricos con nuestro país, a tal punto que el fundador de la patria Juan Pablo Duarte completó cerró permanentemente sus ojos en la tierra del libertador Simón Bolívar. De este gran independentista latinoamericano diría Juan Bosch en Bolívar y la guerra social: “…Bolívar fue hombre de honestidad intelectual poco común, podía callar la verdad, o decirla a medias, si decirla por entero perjudicaba sus planes políticos, pero que era completamente incapaz de una mentira. Por honestidad intelectual y además porque era una naturaleza viril en la plena acepción del término, Bolívar no mentía”. El azar como pieza clave del destino histórico puso en su trayecto a finales del siglo XX a un auténtico hijo del prócer caraqueño, me refiero a la figura egregia de Hugo Chávez. El ALBA y Petrocaribe son sólo dos ejemplos de iniciativas solidarias beneficiosas para el presente y futuro quisqueyano creadas por Chávez.

Del resultado de la renegociación del contrato con la Barrick Gold y de la vigencia del chavismo en la República Bolivariana de Venezuela depende la agenda de desarrollo actual y del porvenir inmediato de nuestro país. Ya no se trata de bacalao, arenques, sardinas, ni mucho menos de deportes , sino de algo vital en la ruta del progreso dominicano.

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